Aunque muchas veces a los jóvenes no se nos toma en cuenta para decisiones importantes o para otras cosas de relevancia en la sociedad, ¡la juventud es una parte muy importante de ella! ¡Esto porque los jóvenes de hoy serán los líderes del mañana! Por esto, si se descuida la juventud en este momento, el futuro de la sociedad también estará descuidado. Sin embargo, si desde tempranas edades recibimos buenos consejos, el futuro de la sociedad será mejor. Pues, en la Biblia podemos encontrar consejos dirigidos directamente a nosotros los jóvenes, los cuales fueron escritos por el rey más sabio que tuvo Israel, o sea, Salomón. Él escribió lo siguiente:
Alégrate, joven, en tu juventud; deja que tu corazón disfrute de la adolescencia. Sigue los impulsos de tu corazón y responde al estímulo de tus ojos, pero toma en cuenta que Dios te juzgará por todo esto. Aleja de tu corazón el enojo, y echa fuera de tu ser la maldad, porque confiar en la juventud y en la flor de la vida es un absurdo. Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que lleguen los días malos y vengan los años en que digas: «No encuentro en ellos placer alguno». Eclesiastés 11:9 – 12:1 (NVI)
En este pasaje podemos encontrar tres consejos muy importantes, los cuales se explicarán en detalle aquí.
DEBEMOS CUIDAR NUESTRAS ACCIONES
Un aspecto que se destaca aquí es el hecho de que tenemos libre albedrío. Dios nos no va a obligar a hacer lo correcto. Podemos decidir hacer lo bueno o lo malo. En otras palabras, podemos decidir seguir a Dios, hacer su voluntad, y tener comunión con Él, o podemos “disfrutar” de los placeres del mundo y andar conforme a la carne. De hecho, Salomón aquí nos está diciendo que tenemos la opción de alegrarnos y dejar que el “corazón disfrute de la adolescencia” y a seguir “los impulsos de[l] corazón y responde[r] al estímulo de [nuestros] ojos”. Y esto es precisamente lo que sucede con muchos jóvenes: ¡siguen los impulsos del corazón y el estímulo de los ojos en lugar de seguir a Dios! Pero todo esto trae consecuencias.
Todo lo que hagamos trae alguna consecuencia, ya sea buena o mala; es la ley de acción y reacción. ¡El ámbito espiritual no es la excepción! Dios ve todo, y nos observa en todo tiempo. El Salmo 139:1-2 dice, “Señor, tú me examinas, tú me conoces. Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; aun a la distancia me lees el pensamiento”. A Dios no se le escapa nada, sino que se da cuenta de todo, y tendremos que rendirle cuentas a Él.
Dios nos juzgará a todos. 2 Corintios 5:10 dice lo siguiente: “Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo”. Entonces, cuando esto suceda, tendremos que rendir cuentas de todo lo que hayamos hecho. Por esto es muy importante que desde la juventud estemos bien encaminados, haciendo lo correcto delante de Dios.
DEBEMOS ALEJARNOS DEL MAL
Lamentablemente, desde que Adán y Eva cometieron el primer pecado, todos los seres humanos nacemos con una maldad inherente. Sin embargo, esto no es escusa para pecar, ya que Dios nos manda a ser santos. Entonces, el segundo consejo que Salomón nos da a los jóvenes es apartarnos del mal. Esto es muy importante, ya que si desde la juventud empezamos a practicar algo, se convierte en hábito. Si los jóvenes tenemos prácticas buenas, tendremos hábitos buenos en el futuro; pero si al contrario, tenemos prácticas malas, tendremos hábitos malos en el futuro.
En primer lugar, para alejarnos del mal, debemos, como lo dice Salomón, alejar “de [nuestros] corazon[es] el enojo”. Hay que entender aquí que el enojo en sí no es malo. De hecho, Cristo se enojó en algunas ocasiones. Sin embargo, sí es malo cuando nos lleva a pecar. Como dice Efesios 4:26, “Si se enojan, no pequen”. Para esto, tenemos el ejemplo de Pedro, quien, en un momento de cólera, le cortó la oreja a uno de los oficiales que llegaron a arrestar a Cristo. Entonces, debemos evitar estar enojados.
Aparte del enojo, debemos alejarnos también de los deseos carnales. Existen muchas clases de tentaciones, más aún para los jóvenes, debido a la presión social que se ejerce en lugares como el colegio y la universidad, como cuando los compañeros ofrecen cigarros o drogas, o cuando todos presumen de que no son vírgenes ya. En fin, es una etapa de la vida en la que las tentaciones abundan. Sin embargo, en 2 Timoteo 2:22, Pablo le exhorta a Timoteo, quien también era un joven en este momento, lo siguiente: “Huye de las malas pasiones de la juventud, y esmérate en seguir la justicia, la fe, el amor y la paz, junto con los que invocan al Señor con un corazón limpio”. ¿Notaron que dice “huye”? Dios siempre nos da una salida de las tentaciones, pero una salida no es para que nos quedemos a enfrentarlas, ¡sino para huir! ¡No debemos exponernos a la tentación!
No debemos darle rienda suelta a la naturaleza pecaminosa. Gálatas 6:8 dice, “El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna”. Lo que sembramos es lo que vamos a recoger después. Si sembramos yuca, no vamos a cosechar papas, sino yucas; de igual forma, si sembramos para la carne (o sea, la naturaleza pecaminosa), no vamos a cosechar nada bueno, ¡sino que cosecharemos destrucción! Pero si sembramos para el Espíritu, como dice este versículo, ¡recibiremos vida eterna!
ACORDÉMONOS DE NUESTRO CREADOR
El último consejo que nos da Salomón es el más importante de todos: que nos acordemos de nuestro creador ¡“en los días de [nuestra] juventud”! El tiempo es ahora. No es mañana, ni pasado mañana, ni un día en el futuro, porque puede que mañana nunca llegue, y entonces sería demasiado tarde. Además, ¡debemos aprovechar la fuerza y la energía que tenemos ahora que somos jóvenes para poder servirle a Dios! Cuando seamos viejos, no tendremos la misma capacidad de hacer las cosas como la tenemos en este momento, y si esperamos hasta después, es posible que en lugar de tener tanta energía estemos llenos de pesar por las cosas que hubiéramos podido hacer y nunca hicimos, y puede haber mucha aflicción.
Si en nuestra juventud vivimos para la carne, más tarde llegarán muchas aflicciones. Por ejemplo, si somos muy fiesteros y estamos tomando en cada ocasión que podemos, es muy posible que nos vaya a dar cirrosis. En otras palabras, como lo dije antes, vamos a segar lo que hemos sembrado. Podemos escoger entre la bendición y la maldición, como lo dice en Deuteronomio 11:26-28: “Hoy les doy a elegir entre la bendición y la maldición: bendición, si obedecen los mandamientos que yo, el Señor su Dios, hoy les mando obedecer; maldición, si desobedecen los mandamientos del Señor su Dios y se apartan del camino que hoy les mando seguir, y se van tras dioses extraños que jamás han conocido”. Hoy tenemos esta misma opción; simplemente hay que escoger el camino por el cual queremos caminar.
EN SÍNTESIS
En síntesis, es muy importante estar en el camino correcto desde nuestra juventud. Debemos cuidar siempre lo que hacemos ya que Dios lo ve todo. Debemos evitar el enojo cuando sea posible y alejarnos de los deseos carnales. Por último, debemos tener a Dios en cuenta desde ahora mientras seamos jóvenes, y no esperar ni un solo día más. La clave para tener un futuro mejor no es un gran misterio, pues ya lo acaban de leer, y no es complicado. Querido lector, la decisión está en usted, si quiere tener un futuro bueno o malo. Así que, ¿cuál camino quiere escoger; el de bendición o de maldición?
Escrito por, Paul D. Gutiérrez Covey